viernes, 25 de febrero de 2011

Esa loca loca juventud

   Para ustedes los que dicen que esta juventud está perdida. Que los jóvenes no sé qué. Ustedes. Algunos de ustedes. Les voy a contar algunas cositas pero primero les voy a hacer algunas preguntitas:
¿Quiénes creen ustedes que pueblan las universidades del país? ¿Quiénes son los que ocupan los puestos de trabajo menos remunerados? ¿Quiénes, los que posponen sus vidas para hacer una Residencia por menos de 7$ la hora? Y yo no sé si lo saben ustedes (algunos de ustedes) pero para entrar como becario en el Conicet hay una edad tope, así que, ¿quiénes son esos que se rompen la espalda para presentar proyectos en el Conicet con la esperanza de conseguir un lugar donde investigar?
   No sé por qué hoy me dio por escribir esto, creo que es un efecto retardado de aquel conflicto del año pasado con las tomas de los colegios en Capital Federal. Me parece que ahí se evidenció que existe una juventud que hace algo, que mueve cosas, y esa evidencia fue bien recibida por algunos, pero hubo gente rechazó ese modelo de participación. Y la consigna para hacerlo fue la de siempre: los jóvenes no tienen idea de nada.
   Para Sanz, la Asignación Universal era la amenaza de incremento de consumo de drogas. Para Feinmann (el Feinmann malo) los jóvenes que tomaban escuelas eran vagos que no querían estudiar (¡!); los que reclamaban mejores condiciones universitarias eran vagos que no querían estudiar; su productor debía ser un vago que no quería estudiar pero él no lo iba a decir en voz alta. Para Martín Ciccioli y cualquier programita pedorro de América los jóvenes sólo se emborrachan y se matan a piñas a la salida de un boliche.
   Y para el diario de Fontevecchia… aaaaaah para el diario de Fontevecchia los menores de 30 años no tienen idea de nada.
   Esta última mención tiene que ver con un artículo que leí hace algo de un mes en Perfil, en el que se decía que la generación 82-96 –amplísimo concepto de generación tenía Pedro Ylarri, el autor de la nota- era una generación cortoplacista. Cito textualmente: “Estos jóvenes son parte de la Generación Y (nacidos entre 1982 y 1996), que hace honor a la cultura hedonista, cortoplacista, que busca el resultado concreto, la felicidad hoy y tiene dificultades en la proyección”. Básicamente, somos unos idiotas.
   Primero: mi generación tiene un nombre, la “generación Y”. ¿Pero no hubo una generación onda 15 años atrás que era la “generación X”? Al encargado de ponerle nombre a las generaciones hay que avisarle que se está quedando sin letras. Si quiere le enseño el alfabeto griego o empezamos de nuevo con subíndices. Dado que yo tengo 27 años, entro perfectamente en la categoría de “generación Y”. Cosa que me convierte en hedonista (¿no le parece un poco mucho?), cortoplacista (supongo que estudiar una carrera que dura mil años es ser cortoplacista), en la búsqueda de un resultado concreto (¿mucho más práctico sería buscar el resultado abstracto?) y con dificultades en la proyección.
   A lo que quisiera responder, si me dejan. Porque bastante con la criminalización de la juventud, que existió siempre, o al menos desde que soy joven-joven. Como que uno se acostumbra. Pero como el margen de juventud parece extenderse, ahora me atacan porque ahora parece que no sé tomar decisiones. (Ah, además la nota vincula toda esta sintomatología extraña a la intención de votar a Cristina. O sea: votás a Cristina porque sos un idiota que no sabe decidir. Corto).
   Yo respondo. A veces las generaciones anteriores tienden a tildarnos o acusarnos de cosas sin pensar en sus propias responsabilidades. Y yo quisiera que este señor Ylarri y toda la redacción +30 de Perfil intenten crecer en un clima de incertidumbre como fue la década del 90 para cualquier niño o adolescente. Que intenten proyectar a futuro cuando desde la escuela hasta los medios machacan con que en este país no hay futuro, que estudiar una carrera universitaria es pasaporte seguro a manejar un taxi, que si queremos progresar nos tenemos que ir del país. Que traten de pensar a futuro cuando cierran industrias y quedan miles de familias en la calle, la desocupación como amenaza constante y encima la crisis en que derivó el modelo de los 90 llevándose a una gran cantidad de argentinos del país, dejándonos con la sensación de que en Argentina nunca íbamos a tener el lugar que merecíamos. Que traten de no ser consumistas después de que el 1 a 1 abriera la puerta a una cultura avasalladoramente consumista como es la cultura norteamericana, que pobló el mundo con la consigna de que tener más es ser mejor, y siempre de la mejor marca. Y la arenga desde la publicidad, desde los medios, desde la política misma; con funcionarios que manejaban una Ferrari o posaban en la tapa de la revista Caras con un tapado de piel; con periodistas que aclamaban una ley de educación que se aplicó de un minuto para el otro y nos dejó aún más en la incertidumbre de no saber dónde estaba el suelo. ¿Cómo podíamos creer en nuestro futuro si nuestro presente cambiaba tan repentinamente?
   ¿Dónde estaban todos ustedes cuando a nosotros nos robaban los sueños? Cuando nosotros crecimos con el fantasma de la impunidad sobre nuestra cabeza, los asesinos del 76 sueltos gracias a un indulto infame y la sensación de que la justicia sólo se aplicaba sobre el pueblo pero nunca sobre los poderosos.
   Piensen un poco antes de nombrarnos como la suma de todos los males posibles. Piensen dónde está su responsabilidad, cuál fue el mensaje que nos dejaron. Y sobre todo piensen en el mensaje que están dejando hoy en día. Piensen en esos chicos que hoy son adolescentes y que necesitan un mensaje. Están arruinando la posibilidad de dejar algo positivo, de dejar algo duradero. Cuando un político, en lugar de proponer una solución a un problema edilicio evidente en las escuelas de Capital, amenaza a los que reclaman con que van a tener que cursar clase en enero (¡como si ése fuera el eje de la cuestión!); cuando un político declara que el sector pobre de la juventud que aplica para recibir la Asignación Universal va a gastar el dinero en paco en vez de buscar un problema para combatir el narcotráfico; cuando un programa de televisión te muestra una y otra vez imágenes de excesos de sábado por la noche en vez de mostrarte lo que hace ese mismo pibe de lunes a viernes; cuando un policía dispara por la espalda a un chico de 19 años en vez de hacerle llegar una multa a la casa creo que estamos perdiendo una gran oportunidad como sociedad. Creo que estamos arruinando a una generación, persiguiéndola e impidiéndole esforzarse para conseguir lo que quiere.
   Nosotros, los de la generación Y, salimos adelante a pesar de todo. Porque a lo que dice el diario de Fontevecchia yo le respondo que la juventud que ellos conocen es muy diferente a la que conozco yo: una juventud con abogados, con médicos, con gente que tiene proyecto de armar una familia. Una juventud que sabe lo que es levantarse a las 4 am para ir a laburar, que renuncia a un montón de cosas para aplicar a una beca en el Conicet. Una juventud que milita en partidos políticos o que milita por una causa propia, que defiende sus ideales y cada vez más se informa antes de ir a votar. Que se interesa por la política y por su sociedad. Es una juventud con mucha garra, Sr. Fontevechia. Nosotros salimos adelante. Y los que nos siguen también van a salir adelante. Pero si algunos sectores siguen con esta postura obtusa de criminalizar la juventud, estos chicos van a salir adelante a pesar de todo, y no gracias a todo. A ustedes les hablo, a los Esteban Bullrich de esta sociedad, a los Ernesto Sanz, a los Olmedo, los De Narváez, los Feinmann y a cualquiera que le quepa la camisa. Tienen la oportunidad de acompañar a esta generación e incentivarla, para no llegar en 10 años a publicar una columna como la que publicó el Sr. Fontevecchia el 30/01/2011.

2 comentarios:

Jorge Pablo Oroná dijo...

a los funcionarios PRO como Carlos Pirovano (@carlospirovano)

NegrA dijo...

juventud, divino tesoro...
te extraño amiga! el lunes vuelvo a la vida de menos de 7 petecos la hora...