martes, 8 de marzo de 2011

Día internacional… whatever


  No es fácil abordar un día como hoy en que se conmemora la muerte de 140 mujeres en la lucha por sus derechos laborales. No es fácil abordar un día como hoy pensando qué lugar ocupa la mujer en la sociedad, qué lugar el hombre, cómo se articulan las relaciones…
   Se habla de discriminación y se pide igualdad: desde los medios se habla de las mujeres que fueron quemadas por sus parejas este año. Para ellos es un fenómeno que empezó con Wanda Tadei. El femicidio hasta hace poco era considerado por muchos como inseguridad. Los ataques sexuales todavía entran en esa categoría para el imaginario popular. Ser mujer y caminar por la calle habilita a algunos a decir un casi insulto disfrazado de piropo. Quejarse es de histérica. Responderlo es de puta.
   La violencia contra la mujer no termina ahí. La violencia hacia la mujer ni siquiera comienza ahí. Comienza con un discurso que se propaga por todo el mundo. La violencia de género no tuvo su inicio con el asesinato de Wanda Tadei. Mujeres golpeadas por sus parejas hay y hubo siempre. Y a este ritmo las seguirá habiendo. Solo que hasta hace un año el discurso hegemónico (pero siempre por lo bajo) decía “si ella se queda es porque le gusta” o “nadie la obliga a quedarse”. Hasta hace un año la mujer golpeada lo merecía, o al menos lo soportaba, y uno desde afuera no debía meterse.
   No hace falta ir tan lejos para encontrar la articulación del discurso que dispone que una mujer es un objeto. Hablo de un discurso sostenido en la sociedad, no de situaciones individuales. Hablo de una idea de fondo. Hablo de programas de TV donde la mujer siempre tiene un buen culo y cuando se le cae un poco le dicen gorda y la burlan. Que lo mejor que tienen para ofrecer en pantalla es un lomazo conseguido a costa de mucho sacrificio y producido para que el resto opine y decida si le gusta o no le gusta. Hablo de la sociedad que sostiene el intercambio de dinero por sexo convirtiendo el cuerpo femenino en una mercancía. De la sociedad que llama puta a la mujer que tiene más de una pareja sexual. De la sociedad que condena a la mujer que tiene sexo en la primera cita. Hablo del simple “andá a lavar los platos”, o de esa gente que dice que las mujeres son más machistas que los hombres. Que este discurso se sostiene porque las mujeres lo perpetúan.
   Hablo de un discurso que condenó a Cristina Fernández por llamarse a sí misma “Presidenta”, basándose en una gramática de café-bar que condena porque “así no se dice”, ignorando que los cambios en el paradigma se realizan a partir del uso, ignorando que es mejor decir “así no se decía hasta ahora”. Que la criticaron por decir “todos y todas” argumentando que la RAE permite englobar a una audiencia con los pronombres en masculino.
   Cuántas personas hay que minimizan la acción de un violador diciendo que “ella también se la buscó”. Cuántas veces escuchamos a gente decir (o lo dijimos, lo que es más triste) qué esperaba al salir con esa pollerita. Ella lo estaba mirando. Para qué le habló si después le iba a decir que no.
   Sé que son cosas obvias las que digo. No descubrí la pólvora ni inventé la rueda ni nada de eso. Pero si es tan obvio entonces me pregunto: ¿por qué lo seguimos haciendo? ¿por qué estas cosas siguen pasando? Hablamos en contra del machismo pero miramos programas como Bailando por un Sueño. Hablamos en contra del machismo y le pedimos a mamá que nos planche la camisa. Nos horroriza la trata de mujeres con fines sexuales pero compramos prostitución. Nos resulta antinatural que una mujer no quiera tener hijos pero después preferimos contratar a un hombre porque no tendremos que buscarle un suplente durante la licencia por maternidad. Y guarda si esa mujer después quiere tener una carrera profesional que le consuma tiempo.
   Todos estos discursos son el germen de una violencia que se sostiene y provoca víctimas mortales en el mundo entero. La violencia de género tiene muchas caras, muchísimas. La violencia de género no se manifiesta exclusivamente en violencia física: no hace falta que te caguen a palos para que seas una víctima de la violencia de género.
   De modo que estoy proponiendo que hagamos un cambio. Hoy, que es el día de la mujer. Es más simbólico. No estoy sugiriendo que salgamos a hacer militancia feminista. Que salgamos a hacer Paps en las villas o a marchar por el cambio de nominación para los crímenes de género. Es algo mucho más sencillo y a la vez infinitamente más difícil: estoy proponiendo que cambiemos un poco la mirada, que cambiemos el discurso. Para dejar de generar estas situaciones de violencia de manera velada y a través de la palabra, sólo hace falta un poco de conciencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Exelente post. Los cambios culturales no se consiguen de la noche a la mañana y no pasa, como dicen algunos, por si las minas que estan en lo de Sofovich quieren o no quieren estar ahi. Pasa por desarticular un discurso cosificador que se construye sobre un solo género. Un saludo!

Apeiron90