jueves, 7 de abril de 2011

Los discursos del miedo

   Acabo de recibir un mail de esos cuyo subject es “URGENTE”, y en su cuerpo principal la primera palabra (a modo de titular) era “ALERTA”. Como soy muy ingenua y el mail fue enviado por una de mis primas, lo abrí con un poquito de frío en el estómago pensando que alguien de mi familia podría estar necesitando algo de manera urgente. Bueno, no. Era uno de esos mensajes que nos quieren alertar sobre la supuesta circulación de un software que se instala en tu computadora y, de tan potente que es el virus que trae, casi que te contagia a vos te HIV.
   Sé que esos mails son spam y que tienen un objetivo comercial, aunque no lo entiendo. Pero, si hay algo que es efectivo para concretar el fin que se proponen, es arengar con el miedo. La utilización del miedo se ha convertido en el arma más eficaz para conseguir CUALQUIER COSA. La gente con miedo no piensa, hace, trata de solucionar el problema (que le acaban de crear) y para tal fin compra cualquier discurso que le vendan. O al menos ese es el presupuesto que manejan los que nos quieren vender, desde artículos de primera necesidad hasta discursos políticos pasando por una amplia gama de elementos.
   Hace poco leía un artículo escrito recientemente por Noam Chomsky (uno de los pensadores más lúcidos que nos dio la lingüística a mi entender) titulado “Las 10 estrategias de la manipulación mediática”, y entre las estrategias que él plantea, me pareció que le faltó la inclusión del miedo. Él habla de algo similar, que es la creación de problemas con la posterior oferta de soluciones: “se crea un problema, una “situación”, prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad”.
   Este tópico que él nombra bien puede traducirse en: te cuento una realidad que no conocías, te la exagero, te genero miedo y después te ofrezco la solución –sin que te des cuenta- para que compres lo que te vendo.
   El miedo obra de muchas maneras, y siempre consigue lo que quiere. Uno de los ejemplos más claros es el discurso publicitario. La publicidad de las puertas blindadas (“cerrale la puerta al miedo”) muestra a un hombre gordo y morocho que se golpea contra la puerta que le cierra una familia rubia (¡hola Lu! Esto me lo mencionaste vos). Afuera hay miedo porque hay morochos gordos que te quieren dañar. Y adentro hay miedo si no tenés la súper puerta que te mantiene en aislamiento y te permite disfrutar de tu rubiedad sin correr riesgos. Casi casi de Micky Vainilla la cosa.
   Ahora, a mí el que me llama la atención PODEROSAMENTE es el de las publicidades de productos de limpieza. En general unen miedo con chantaje emocional: “Más amor. Menos enfermedades”. Si no limpiás la casa con una lavandina especializada tus hijos no sólo se van a enfermar gravemente sino que además va a ser tu culpa porque no los amás lo suficiente. Porque los virus y bacterias están en todos lados, ¿entendés? EN TODOS LADOS. Hay una publicidad que hasta usa música de amenaza a medida que muestra la representación de esos gérmenes espantosos que son todos babosos y horribles.
   Ojo, voy a aclarar: conozco la importancia de una higiene adecuada, no creo que sea exagerado aconsejar sobre una buena limpieza del hogar para evitar la propagación de gérmenes. Ahora, estas publicidades no aconsejan sino que tienden a generar una germofobia paranoide. Como cuando la gripe A, que la gente no te quería saludar con un beso, y si los tocabas casi que corrían a echarse Lysoform por todo el cuerpo.
   Hay miles de ejemplos. El discurso periodístico nos llena de ejemplos todo el tiempo. Pero de eso me voy a encargar en otro momento. Ahora me voy a ir a echar Lysoform sobre el acolchado antes de acostarme y, por las dudas, voy a dejar la computadora apagada a ver si se cuela el virus del ébola y me arma una epidemia en el comedor de mi casa…