viernes, 27 de mayo de 2011

La violencia contínua

Me llega la información de que, a la salida de la facultad de Psicología de la UBA, sobre Yrigoyen, intentaron secuestrar a una chica. Que se resistió y gritó con muchísima tenacidad y logró que la soltaran. Que se hizo la denuncia… Que hubo otra chica que no tuvo tanta "suerte" y fue raptada ante la mirada impotente de unas pocas testigos que también hicieron la denuncia. Que tampoco pasó nada.
Me llega la información, a través de una docente en la propia facultad, que este hecho se repite. Que es vox populi que hay redes de trata operando en las zonas de Once y Constitución. Y claro, si la facultad de Psicología tiene una población femenina altísima, y hay clases que terminan tarde, es una fuente de mano de obra esclava. Para trabajo sexual. Se había entendido que ese era el objetivo, ¿no?

Lo pregunto, porque a veces parece que no se entiende muy bien. Y mientras estamos todos muy preocupados con la inseguridad de mierda (que es un problema real, no lo niego, pero que no ha alcanzado los niveles de organización, connivencia policial y cantidad de víctimas que alcanzan las redes de trata) en nuestro país nos desaparecen chicas que nunca vuelven a ser encontradas. Escuchaba hace unos días a Susana Verón hablar de que sólo en Capital Federal se sospecha que hay prostíbulos que esconden a 8.000 chicas que fueron secuestradas y esclavizadas. 8 mil. Ocho mil. A ver si se entiende. Sólo en Capital Federal.

Entonces por supuesto me pregunto: los hijos de puta que se cogen a esas chicas, ¿no se dan cuenta? ¿no lo saben? Pagan, ¿cuánto pagan? Y se cogen a una piba que posiblemente esté drogada, que no sabe bien qué día es… Una chica que tiene una familia, una madre que la busca desesperadamente, un novio o marido, en muchos casos hijos que la esperan… Esos tipos, ¿no saben que a esas chicas después las matan? ¿No se dan cuenta los clientes regulares que hay un recambio cotidiano de chicas? ¿Qué piensan? ¿Qué la prostitución es un negocio de movilidad ascendente?

Esos tipos, los clientes, los que consumen prostitución, son los que sostienen este negocio que, si no tuviera clientes, no sería rentable. O sea que son cómplices del secuestro, la esclavización y la posterior matanza de estas chicas.

También hay un discurso que sostiene este delito. Un discurso que está tan anclado en la sociedad que es muy difícil desenquistar. En esto le doy la derecha a Julia Mengolini y su campaña anti-cosificación de la mujer. Mientras se sigan burlando de lo que ella dice y le digan moralista, vamos a seguir lamentando la pérdida de chicas jóvenes que son secuestradas para el tráfico sexual. ¿O creen que no son hechos que están íntimamente relacionados?

El problema reside en el discurso (además de residir en los hijos de puta que secuestran). Ayer discutimos con alumnos la cuestión del estereotipo. Y por supuesto, llegamos a la figura de la mujer. Y me llamó poderosamente la atención que una alumna me dijera que “las pibas de ahora son todas unas trolas”. Una alumna que tiene una hija a quien educar, perpetuando el estereotipo de la mujer puta me hace pensar en que hay toda una sociedad que sostiene este modelo. La mujer convertida en puta no es un sujeto de derecho. La mujer convertida en puta es una cosa. Hay mujeres que sólo se dedican a mostrar el culo y vender un sexo virtual e imposible a tipos que sólo pueden acceder a ellas a través de una pantalla. Hay otras mujeres que acusan a estas mujeres de putas. Hay algunas mujeres que se horrorizan cuando otras mujeres no le preparan la cena al marido. Todos esos discursos nos esclavizan. Nos convierten en un culo, o un horno, o un útero, pero no en un sujeto de derecho que puede optar, que puede ser independiente.

La trata es sólo una manifestación (acaso la más terrible) de este discurso, que da por resultado otras prácticas: violencia de género, discriminación laboral, violenta obstétrica. Incluso el acoso callejero con esos “piropos” tan agresivos que muchas veces nos tenemos que bancar sólo por ser mujeres.

Me parece que es fundamental entender que esto no se resume a casos particulares con responsables bien definidos. Que no es sólo tarea del accionar policial y judicial terminar con estos hechos. Que no es la presencia o ausencia del Estado lo que determina que a estas chicas se las lleven para prostituirlas. Es un problema de la sociedad entera, de un discurso masivo. Es el problema de la mirada que hay sobre la mujer.

En tanto la mujer sea definida como una trola, una histérica, una pelotuda o un culo que se mueve. Y en tanto la mujer se deje definir por estas características en lugar de elegir cómo definirse a sí misma. Estas cosas van a seguir pasando. Si la mujer es un objeto, hay un sujeto que reclama su pertenencia. Hay que cambiar el discurso para cambiar el mundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente... y la verdad no lo puedo creer, no tenia ni idea que era tan cerca de todos nosotros... que ignorante!

LauraSafo dijo...

Impecable tu texto. Lo comparto ! Un abrazo feminista!! LauraSafo.